Hoy se cumplen exactamente 90 años de la quema de libros perpetrada por los nazis en más de 20 lugares de Alemania simultáneamente. El 10 de mayo de 1933 un grupo de estudiantes y profesores quemaron decenas de miles de libros aquí en la Bebelplatz, ubicada en el corazón de Berlín.
Pero, ¿por qué los nazis quemaron libros?
En los años 20, Berlín era la tercera ciudad más grande del mundo y quizás la metrópolis cultural más grande. La industria cinematográfica estaba en pleno auge, en 1927 ‘Metrópolis’ de Fritz Lang era un éxito en taquilla. En 1928 ‘La Ópera de los Tres Centavos’ (Die Dreigroschenoper en alemán) triunfaba en todo el mundo. Y en 1929 se publicó ‘Sin Novedad en el Frente’ de Erich Maria Remarque, uno de los libros alemanes de mayor éxito de la historia.
La imagen de la mujer también había cambiado. En la República de Weimar (la primera democracia alemana) las mujeres pudieron votar por primera vez, y también elegir su profesión. Incluso algunas de ellas celebraban grandes éxitos. Irmgard Keum, Else Lasker-Schüler y Vicki Baum, fueron 3 importantes escritoras que vivieron en Berlín durante esta época.
Pero no todo era perfecto. La democracia no era estable y muchos se sentían engañados por el tratado de paz tras la Primera Guerra Mundial, que había impuesto a Alemania el pago de fuertes reparaciones de guerra. El crack bursátil de Nueva York de 1929 golpeó duramente a los alemanes. Ya para el año 1932 el país tenía casi 6 millones de desempleados, los nazis y los comunistas se enfrentaban en las calles de Berlín, y la joven democracia ya no tenía suficientes demócratas. Y así es como Adolf Hitler llega al poder.
El 30 de enero de 1933 Hitler es nombrado canciller. Pero el poder de los nazis aún no estaba consolidado, por lo que deciden tomar sin demora medidas contra todos sus opositores.
¿Qué libros quemaron los nazis y por qué? ¿Qué ocurrió con sus autores?
Los artistas que ya no eran bienvenidos en Alemania eran todos los artistas que no pertenecían a la llamada comunidad nacional, es decir, cualquiera que no tuviera la misma opinión que los nazis.
Si querías trabajar como artista, autor, músico o actor, tenías que ser miembro de la ‘Cámara de la Cultura del Reich’ (Reichskulturkammer en alemán). La Cámara de la Cultura del Reich se dedicaba a supervisar, regular y controlar toda la vida cultural de la Alemania nazi. Y por supuesto, eran los mismos nazis quienes decidían quienes entraban y quienes no. Todos los judíos estaban excluidos, todos los comunistas, todos los liberales, todos los socialdemócratas, y todas las personas que no estuvieran de acuerdo con el pensamiento nacionalsocialista.
Quien no fuera miembro no podía trabajar como artista, no podía publicar libros, trabajar en el teatro o en el cine, y sus obras no se exponían en ningún museo o galería ni en ningún otro lugar. Todo esto puso fin a la vibrante vida cultural de Weimar.
En mayo de 1933, más de 200 nombres figuraban en las listas negras de los nazis. Un año después, había más de 3500 obras. Los nazis querían condenar al olvido a toda una generación de escritores alemanes. Entre ellos, a muchas mujeres que acababan de conseguir una cierta igualdad política y oportunidades profesionales.
La poetisa Else Lasker-Schüler, fue una de ellas. Muchas de sus obras fueron censuradas y su drama ‘Arthur Aronymus’ fue cancelado. En marzo de 1933 tuvo que huir de Berlín tras ser atacada por los miembros de la SA. Primero fue a Suiza, luego a Palestina, y en 1945 murió en Jerusalén.
Cuando los nazis llegaron al poder en enero de 1933, el escritor Ernst Toller, por ejemplo, tuvo que huir inmediatamente. Toller escapó clandestinamente una noche, y terminó viviendo la mayor parte del tiempo en Estados Unidos. Sumido en una profunda depresión, Toller se quitó la vida en Nueva York en mayo de 1939.
Toller fue uno de los muchos autores perseguidos que se suicidaron o fueron asesinados. Entre estos últimos encontramos a Erich Mühsam, quien fue asesinado en un campo de concentración en 1934.
Lo que ocurría en Alemania no era ningún secreto. En 1933 más de 100 mil personas protestaron en EEUU contra Hitler. Por cierto, en Alemania también se quemaron libros de autores estadounidenses, entre ellos obras de Upton Sinclair y Ernest Hemingway.
Lo mismo sucedió con los libros de la escritora ciega y sorda Helen Keller, quien escribió una carta abierta a los organizadores de la quema de libros que decía: “La historia no les ha enseñado nada si creen que pueden matar las ideas. Los tiranos lo han intentado muchas veces, y las ideas se han alzado con todo su poder y los han destruido a ellos”. Si hubiera nacido en Alemania probablemente la habrian matado, ya que cientos de miles de personas discapacitadas fueron asesinadas en el marco del llamado programa de higiene racial nazi.
Con esta prohibición, los nacionalsocialistas lograron efectivamente que una gran parte de los autores que estaban en las listas negras pasaran al olvido. Este fue el caso de Alfred Döblin, autor de la famosa novela ‘Berlín Alexanderplatz’, quien volvió del exilio en 1945, pero no logró asentarse. También de Ingmar Cohen, autora de la exitosa novela ‘La chica de seda artificial’ publicada en 1933, quien tras 1945 volvió a Alemania donde vivió en la pobreza y que a pesar de seguir publicando, sus libros apenas se vendían.
¿De quién fue la idea de quemar libros?
La quema de libros fue una iniciativa de la unión de estudiantes alemanes que tras el boicot a los judios de 1933, elaboró el 2 de abril un plan para dar continuidad a esta acción y poner en marcha su propia campaña. Esta campaña se llamó ‘Acción contra el espíritu antialeman‘ e inició el 12 de abril con la promulgación de las ’12 tesis contra el espíritu antialemán’ las cuales eran de carácter profundamente antisemita. Para que se hagan una idea, algunas de ellas eran:
- Nuestro adversario más peligroso es el judío y aquel que le escucha.
- El judío solo puede pensar en judío. Si escribe en alemán, miente. El alemán, que escribe alemán, pero piensa de forma no alemana, es un traidor. El estudiante que habla y escribe de forma no alemana, además, es un necio y es desleal a su deber.
- Queremos despreciar al judío como forastero y queremos tomar las tradiciones en serio. Por lo tanto exigimos de la censura: las obras judías se publican en lengua hebrea. Si se publican en alemán, deberán señalarse como traducciones. Intervenciones inmediatas contra el abuso de la escritura alemana. La escritura alemana sólo está disponible para los alemanes. El espíritu antialemán será eliminado de las bibliotecas.
¿Qué fue lo que pasó el 10 de mayo en Berlín?
En la tarde del 10 de mayo de 1933, una multitud de 70 mil personas se reunió en el Opernplatz de Berlín (ahora Bebelplatz), para quemar los libros que no cuadraban con sus marcos ideológicos. Estudiantes universitarios acarrearon hasta aquí más de 20 mil libros que serían consumidos por las llamas.
Unas semanas antes, universitarios habían comenzado a retirar de los estantes de las bibliotecas públicas y de las academias, los libros de escritores, poetas y periodistas que eran considerados enemigos de los nazis.
El propósito de esta noche quedaría grabado en un discurso lleno de odio del líder estudiantil nacionalsocialista Herbert Gutjahr. “Hemos dirigido nuestro actuar contra el espíritu no alemán. Entrego todo lo que lo representa al fuego”, gritó el joven estudiante de 23 años para luego arrojar una pila de libros a la llamas de un hoguera alimentada por miles de libros ardientes.
A medianoche intervino el ministro de propaganda del Reich y doctor de filología germánica, Joseph Goebbels, quien declamaba: “Hombres y mujeres de Alemania, la era del intelectualismo judío está llegando a su fin y la consagración de la revolución alemana le ha dado paso también al camino alemán”.
Los radioyentes alemanes pudieron seguir en directo los acontecimientos en Berlín. La radio fue una de las herramientas propagandistas más importantes de los nazis. La utilizaban para intimidar, pero también para entretener. El objetivo era el control total del pueblo.
¿Qué hubiera ocurrido si los nazis no hubieran quemado libros?
Si no hubiese existido el nacionalsocialismo, y si no se hubiesen quemado libros, seguramente se habría seguido desarrollando la diversidad cultural y el espíritu innovador de los años 20 que surgió en Alemania.
Si miramos a EEUU, a Hollywood y que actores y directores llegaron allá, por ejemplo Fritz Lang, un inmigrante alemán, o en el área científica Albert Einstein, que se fue al exilio a EEUU, o en las ciencias sociales Theodor Adorno. Para las universidades e instituciones culturales estadounidenses, la inmigracion alemana fue un enorme aporte del que hasta hoy siguen obteniendo frutos. Mientras que para Alemania significó una gran pérdida.
«Donde se queman libros se terminan quemando también personas»
Heinrich Heine
Heinrich Heine fue uno de los tantos autores que los nazis quisieron hacer desaparecer.
Esta frase del poeta alemán-judio que vivió en el siglo XIX resultó profética. En 1933 los nazis quemaron libros, en 1938 ardieron las sinagogas, y poco tiempo después empezaron a quemar personas.
Los libros pueden ser muy poderosos, todos los regímenes autoritarios los temen. Y ninguna historia lo demuestra mejor que esta.
Fuente: DW Español