Debo confesar que desde hace algunos años ya que mis cumpleaños no los disfruto como cuando era niña, si no que los días anteriores me deprimo mucho y me pongo a analizar todo lo que he hecho y lo que no. Este año se siente igual, pero la razón principal es otra, es el primer cumpleaños que paso lejos de mi familia, y además, en medio de una pandemia mundial que aún no sabemos cuando acabará.
Estos últimos días ha habido una frase de una película que no ha dejado de dar vueltas en mi cabeza. ¿Conocen ‘13 Going on 30’? Para los que no, trata sobre una adolescente llamada Jenna que en su decimotercer cumpleaños pide un deseo (tener 30, ser coqueta y próspera) y se despierta al día siguiente siendo una mujer de treinta años. Debo haber tenido 14 o 15 años la primera vez que la vi, y recuerdo que no lograba entender porqué Jenna soñaba con tener 30 en vez de veintitantos.
¿Quién puede soñar con tener 30 años? esa edad a la que todos le tenemos terror cuando estamos en nuestros 20s, y que cuando somos adolescentes vemos tan lejana que inocentemente pensamos que tendremos nuestra vida resuelta para ese entonces. Ahora que tengo 30, debo decir que por fin entendí a Jenna, creo que nunca me había sentido tan segura conmigo misma, sí, sigo teniendo miles de complejos e inseguridades, pero en este momento menos que nunca, y a pesar de que sigo perdida por la vida, siento que por fin las cosas están tomando forma.
Toda mi vida sentí que el lugar en donde estaba no era el mío, y mientras eso no cambiara todo iba a seguir igual. Es por eso que hace un año (exactamente a los dos días después de cumplir 29) emprendí un nuevo viaje (literal). Tomé un avión sin saber si regresaría o no, y sin darme cuenta este último año me dediqué a cumplir muchos sueños, algunos que ni siquiera imaginé que fuesen posibles.
Ahora que lo pienso fue un poco como ese episodio de Friends donde Phoebe se dedica a realizar todas las cosas que quería hacer antes de cumplir los 30, pero en mi caso fue sin haberlo planificado. Todo comenzó con las Spice Girls, cumplí mi sueño de niña de poder verlas en vivo (algo que me tomó más de 20 años y que la verdad jamás pensé que realmente ocurriría), y no solo eso, si no que pude ver a Mel C dos veces más (una en Madrid y una en Berlín) y gratis. Tomé un tren en la estación de Paddington con destino a Windsor donde pude conocer a la reina de Inglaterra (esto jamás se me pasó por la cabeza que podría pasar, pero pasó, todo gracias al Royal Ascot).
Estuve en la alfombra roja del estreno de una película donde conocí a nada más y nada menos que a Leonardo DiCaprio y Brad Pitt, además de Margot Robbie y Quentin Tarantino. Pude presenciar un desfile de una marca tan importante como Preen de Thornton Bregazzi en Londres. Tuve el lujo de ver en distintos museos pinturas de Van Gogh, da Vinci, Raffaello, Boticelli, Renoir, Klimt, Gainsborough, Velasquez, Picasso y bueno un sin fín más. Vi un musical protagonizado por Dove Cameron, a quien tal vez conozcan por ‘Liv y Madie’ y ‘Descendientes’ (sí, soy una niña Disney). Una banda me dedicó una canción en un concierto (gracias Foreign Diplomats) y vi en vivo a mis amados Blossoms, donde además pude conocer a dos nuevas bandas, Inhaler y Fuzzy Sun.
Fui a un mercado navideño (en diciembre solía ir a uno distinto casi todos los días), y mejor aún, ir a uno en un palacio. Visité un castillo medieval, vi los restos de una piedra lunar, fui de compras en Oxford Street, a la grabación de un programa en Londres, y a la inauguración de muchas exhibiciones de arte. Estuve en Lollapalooza Berlín, me paseé por dos eventos de la realeza en Londres donde me sentí toda una Cenicienta (antes de la hada madrina si), hice nuevos amigos y comencé a aprender un nuevo idioma.
Pude conocer la mágica ciudad de Brujas, sentirme en un cuento de hadas al pasear por Schnoorviertel en Bremen y ver en vivo a una banda en Rough Trade Records, y que luego me firmaran el disco. Me enamoré del tinto de verano y del gluhwein, aprendí a disfrutar de la cerveza y pude sentirme parte del video de Electric Feel de MGMT bailando en Sisyphos un Domingo por la tarde. Conocí a mucha gente maravillosa en todas las ciudades que estuve (Madrid, Londres, Windsor, Bruselas, Brujas, Gante, Namur, Charleroi, Bremen, Hamburgo, Luneburgo, Potsdam, Bassum y por supuesto Berlín) y les agradezco enormemente a cada uno de ellos el que se hayan cruzado en mi camino. Y por último, y creo que lo más importante, conocí al hombre con el que quiero pasar el resto de mi vida.
Hoy cumplo 30 años y puedo decir que ya no siento miedo, y que tampoco me gustaría volver atrás. Tal como decía Jenna, oficialmente me he convertido en una treintañera, coqueta y próspera, y por fin siento que estoy en el lugar donde debería estar.
Que genial lo que escribiste, los 30’s son todo un tema, lo importante es disfrutar cada etapa y dejar los miedos y complejos absurdos.